Girumasu – Capítulo 2

Capítulo 2

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El mostrador de Iffole Counter estaba tan tranquilo esa noche que parecía como si el bullicio desenfrenado de la tarde nunca hubiese ocurrido.

Las horas de trabajo habían terminado hace mucho, pero aun brillaba una luz solitaria dentro de la oficina del gremio. El espacio estaba lleno de filas y filas de escritorios, cada uno de ellos tenía apilado documentos. Y detrás de un escritorio, donde los papeles estaban apilados particularmente alto, se encontraba Alina, con la cara pegada a la mesa.

«Ufff… Estoy tan cansada…» dijo débilmente, añadiendo los formularios de misión que debía procesar a la pila.

Las tareas de recepción de Alina terminaron por el día, pero aun llevaba el uniforme que le proporciono el gremio. Como no quedaba nadie más alrededor, se quitó las botas cortas, atado su cabello negro y recogido sus flequillos para exponer su frente. A su lado había una poción que sería familiar para los aventureros. Aunque este medicamento restaurador se usaba principalmente para tratar lesiones, también se creía que tenía efectos estimulantes sorprendentemente fuertes.

Los otros recepcionistas ya se habían ido hace mucho tiempo, pero Alina aún estaba en la oficina, lidiando con una enorme cantidad de trabajo extra.

Sí, esta era la prueba que caía sobre los hombros de aquellos que no podían terminar durante las horas normales de operación: trabajar después del horario comercial, en horas extras.

Alina había entrado en «modo serio» para tratar de llegar a casa lo más rápido posible, pero aún estaba mirando una gran pila de documentos que debía procesar.

«Quiero ir a casa…», murmuró en medio del silencio.

Quería irse. Ir a casa. Quedarse allí y no volver nunca, los lamentos de su corazón se desbordaban uno tras otro, pero los reprimió firmemente. No podía considerar el día terminado hasta terminar de hacer los informes.

Además de ocuparse del procesamiento posterior de los documentos que había llenado en su ventana de recepción esa tarde, Alina todavía necesitaba sumar el número de misiones realizadas ese día en Iffole Counter.

Alina había empezado a trabajar como recepcionista a los quince años, y este era su tercer año en el campo. No llevaba tanto tiempo como sus compañeros, razón por la cual le endosaban la responsabilidad de hacer los informes. Cuando la oficina estaba ocupada durante la tarde, como lo estuvo hoy, básicamente significaba horas extras. A los recepcionistas más veteranos les disgustaba la tarea y se la pasaban mutuamente, lo que llevó a que Alina terminara encargándose de ella.

«Pero lo odio». Se quejó de la injusticia del mundo. Tomando la opción, una bebida mágica que infundía energía a las personas, se enfrentó a la voluminosa montaña de documentos sin procesar. Sin esperanza ni luz a la vista, la despiadada altura de la pila era suficiente para sumirla en la desesperación.

«No tiene fin…»

No importa cuántas pócimas intentara tomar para engañarse a sí misma, no podía superar los límites de su cuerpo humano. Los numerosos documentos que no había podido procesar solo con horas extras en estos últimos días no disminuyeron en volumen en absoluto; de hecho, seguían acumulándose cada vez más. Claramente, no estaba a la altura del procesamiento.

«Todo… todo es culpa de ese jefe monstruo…» murmuró Alina como un conjuro mientras volteaba un solo formulario de misión que había apartado. Era el que había procesado para Ganz esa tarde, la derrota del jefe del piso en el nivel más profundo de las Ruinas Subterráneas de Belfla, el Dragón Hellflame. Se podría decir que la criatura era la fuente de su tiempo extra.

Nadie lo había derrotado aún, por lo que el progreso a través de las Ruinas Subterráneas estaba en un punto muerto. Una vez que todos los jefes en un calabozo eran derrotados, los monstruos en él se desaparecen, pero como nadie había vencido al dragón, los monstruos en las Ruinas Subterráneas de Belfla seguían apareciendo.

Y donde hay monstruos, habra aventureros. Esto se debía a que el gremio ofrecía recompensas por derrotar monstruos, y así es como los aventureros se ganaban la vida.

Cuando un calabozo estaba a punto de ser limpiado, los aventureros tomarían todas las misiones que pudieran mientras aún fuera posible ganar dinero. El resultado era el caos: la oficina de misiones estaría tan llena como lo había estado esa tarde, y Alina se vería abrumada por un gran volumen de trabajo extra al llegar la noche.

Sin embargo, por lo general, estos períodos de agobio no duraban más de unos pocos días, pero debido a que todos estaban teniendo tantos problemas con el Dragón Hellflame en esta ocasión, su tormento infernal había persistido durante casi un mes.

«Todo…»

Alina se mordió la lengua.

Antes de que el progreso de los aventureros a través de las Ruinas Subterráneas de Belfla se detuviera, Alina realmente estaba disfrutando de lo mejor que la vida tranquila de una recepcionista tenía para ofrecer. Completaría una cierta cantidad de trabajo, se iría a casa a tiempo, dormiría bien para recuperarse del agotamiento y luego al siguiente día se embarcaría en otro día de trabajo duro.

Pero desde que el Dragón Hellflame creó estas horas extras, su vida se convirtió en una rutina sombría de nada más que comer, dormir y trabajar; comer, dormir y trabajar. Incluso si decidía trabajar en sus días libres, no se libraría de este infierno mientras el jefe del calabozo estuviera presente.

Después de haber conseguido finalmente una carrera estable como recepcionista, estas horas extra interminables amenazaban con trastornar el estilo de vida tranquilo que ella quería más que cualquier otra cosa.

«Esto apesta…»

Alina entendía que el trabajo con el que estaba abrumada no era producto de la malicia deliberada de nadie.

El jefe, los monstruos y los aventureros que se lanzaban a matarlos estaban todos intentando desesperadamente vivir sus vidas.

Además, los calabozos que los antiguos dejaron en esta tierra hace mucho tiempo estaban llenos no solo de reliquias caras, sino también del valioso conocimiento y la tecnología desconocida de los antiguos. Las hazañas de los aventureros eventualmente regresarían a los residentes de Iffole y enriquecerían sus vidas.

La verdad era que la metrópoli de Iffole se construyó puramente sobre la fuerza de sus aventureros. Como residente de la ciudad, Alina deberia estar agradecida de que ellos se aventuraran día tras día en calabozos hostiles.

Y sin embargo. Todo eso era solo una bonita fachada. Al final del día, no importaba cuánto se desarrollará la ciudad, no reduciría las horas extras de Alina.

«¡Ay, no puedo más! Estoy en mi límite», dijo en voz baja antes de sacar lentamente un nuevo formulario de misión.

Alina se estuvo esforzando, instándose a sí misma a aguantar hasta que las Ruinas Subterráneas fueran limpiadas.

Sus horas extras eran realmente temporales. Era como una tormenta repentina. Todo lo que los aventureros tenían que hacer era limpiar el calabozo; luego, como las nubes que se separan después de la lluvia, sus días estables y tranquilos como recepcionista regresarían. Alina se apretaba los dientes todo este tiempo con la esperanza de que pudiera simplemente trabajar durante el apuro y esperar a que pasara.

Pero su infierno de horas extras había durado tanto tiempo. Demasiado tiempo. Estaba en su límite.

«¡Son todos tan inútiles! ¡Aventureros incompetentes que ni siquiera pueden derrotar a un solo jefe…!»

Entonces sacó la tarjeta que había estado escondiendo en el bolsillo de su uniforme. Esta gruesa tarjeta, brillando en oro, identificaba al portador como un aventurero de primera clase, algo que una recepcionista no debería llevar consigo.

fracción de sus miembros más capaces, era el último recurso de Alina para deshacerse de sus horas extras. No le importaba qué tipo de futuro le esperara después de usar esta tarjeta, siempre y cuando hiciera desaparecer su carga de trabajo actual.

Aún enfurecida, Alina llenó el formulario de misión. «Si esta cosa… ¡si esta cosa simplemente desapareciera…!»

Subyugación solitaria del jefe del segundo piso de las Ruinas Subterráneas de Belfla, el Dragón Helllame.

De repente, la luz que la fatiga le había robado a sus ojos regresó. No, el brillo de sus ojos verdes jade se volvió aún más afilado, mostrando indicios de intenciones asesinas, como las de un depredador que se dispone a acabar con su presa.

«Juro que saldré del trabajo a tiempo…!»