Capítulo 19
«¿Un dios oscuro?»
En una habitación especial en el piso más alto de la sede del gremio.
El suelo estaba cubierto con una costosa alfombra tejida con pieles raras, y un gigantesco guardia permanecía apostado en la entrada, mientras que el centro de la habitación solo presentaba una mesa circular gruesa hecha a mano por un destacado artesano. Esta cámara, llamada sala de audiencias, rara vez se usaba.
Allí, el Maestro del Gremio Glen se postro de rodillas, con la mirada baja mientras respondía:
«Sí, se llaman dioses oscuros.»
Otras tres personas permanecían sentadas alrededor de la mesa circular, pero cada una de ellas estaba en un nivel muy por encima de la gente común.
Hacia doscientos años, el continente de Helcacia estaba plagado de monstruos. Las primeras cuatro personas en desembarcar allí y comenzar a limpiarlo habían recibido el título de Maestro Espadachín, Santa Madre, Guardián y Sabio. Juntos, estos Cuatro Santos fueron los antepasados de todos los aventureros.
Los cuatro individuos en la sala de audiencias habían heredado esos linajes y eran conocidos como la cuarta generación de los Cuatro Santos.
Los santos originales fueron los fundadores del Gremio de Aventureros, y aunque no hacía falta decirlo, los santos de la cuarta generación eran la cabeza del Gremio de Aventureros. Si bien Glen, como Maestro del Gremio, tenía la autoridad para administrar el aspecto comercial de las cosas, tenía que someterse a las decisiones de los Cuatro Santos.

Los Cuatro Santos no solo habían construido el Gremio de Aventureros, sino también las ciudades humanas en Helcacia. Este linaje los había estado vigilando durante mucho tiempo. Eran los soberanos absolutos del continente de Helcacia.
«Los dioses oscuros son fascinantes, por supuesto, pero a su vez es realmente interesante que las misiones secretas realmente existan.» Ese comentario vino de uno de los Cuatro Santos. Era un hombre de mediana edad, con ojos tranquilos y una larga barba blanca: el Maestro Espadachín de cuarta generación.
Glen estaba entregando su informe anual a los Cuatro Santos. Durante esta sesión, les había contado sobre el encuentro con el dios oscuro un mes atrás.
«¿Cómo iban las historias? Si emprendes una misión secreta, aparecerá una mazmorra oculta que contiene una reliquia especial… ¿era así? Vaya, lo tomé como el tipo de cuentos fantásticos que los aventureros inventarían para divertirse. Pero pensar que estaba basado en la verdad…»
«¿Sabe algo sobre misiones secretas?» Glen preguntó en voz baja a los Cuatro Santos.
Los Cuatro Santos representaban el linaje con la historia más larga del continente. Su conocimiento y técnicas se consideraban divinos, y los secretos de sus artes se habían transmitido en su linaje durante dos siglos. El conocimiento que transmitían abarcaba historias del continente de Helcacia que no podían ser publicadas ampliamente. Si alguien supiera la verdad sobre las misiones secretas, seguramente serían los Cuatro Santos.
Pero al contrario de las expectativas de Glen, los Cuatro Santos fruncieron el ceño ante su pregunta.
«Desafortunadamente, no escuché nada sobre misiones secretas cuando heredé el conocimiento de mi predecesor. Nuestros ancestros establecieron el sistema de misiones y fueron los primeros en administrar la exploración de mazmorras. Nosotros, los santos, deberíamos estar al tanto de todo lo relacionado con las misiones, pero ¿qué hay de ustedes?» El Maestro Espadachín instó a los otros dos a responder.
«Yo tampoco he oído hablar de esas misiones secretas», respondió el cuarto Guardián con voz amable. También era de la cuarta generación, como el Maestro Espadachín mayor, pero mucho mas joven.
A pesar de haber heredado la sangre del portador del escudo de hace doscientos años, era todo lo contrario de su predecesor musculoso y peludo. Tenía un cuerpo delgado y piel suave, y su rostro era tan hermoso como una obra de arte. Era un hombre guapo, del tipo que seria arrastrado ante la más mínima bris.
«Yo también creí que las misiones secretas eran cuentos exagerados», dijo el Guardián. «Pero pensar que son reales, e incluso hay algo tan aterrador como dioses oscuros durmiendo allí… Si fueran algo tan importante, nuestros predecesores se habrían asegurado de informarnos sobre ellos. Entonces, ¿por qué no nos enteramos? Es extraño.»
«¡Yo tampoco he oído nada de eso!», la voz vivaz de un niño lo interrumpió, interrumpiendo la declaración pausada del Guardián.
El cuarto Guardián había heredado su título a temprana edad incluso para ser un santo, pero ahora había alguien entre ellos que era aún más joven.
«Incluso esta linda Madre Santa nunca ha oído hablar de eso. ¡Esta historia apesta a algo raro!»
Esta era la Santa Madre de la cuarta generación.
En una de las sillas en las que se habían sentado santos generación tras generación, se apilaron tres cojines uno encima del otro para que la niña apenas pudiera poner la cara sobre la mesa, así de joven era.
La cuarta Santa Madre aún no tenía ni diez años, con cabello largo que le llegaba a la cintura, las cejas inclinadas con determinación y ojos cautivadores e impactantes que eran como los de una muñeca. Orgullosa de que finalmente le permitieran hablar como una de los Cuatro Santos, infló astutamente el pecho sobre sus cojines.
«Tampoco escribieron sobre los dioses oscuros en el Libri», dijo.
«…Ya veo», respondió Glen.
El Libri era un libro de la historia completa del continente, desde hace doscientos años, cuando los santos originales habían pisado Helcacia, hasta la era moderna. Cada generación de santos lo había aumentado y luego lo transmitía a sus sucesores.
«¿Si no está escrito en el Libri, entonces estamos estancados, eh?» comentó Glen.
«¡No podemos afirmarlo con certeza!» dijo la Santa Madre. «El Libri que tenemos ahora está incompleto. Este es un asunto de mucha importancia, además, es demasiado pronto para asumir que no sabemos nada sobre misiones secretas cuando solo tres de los santos han hablado. Hay uno más al que no hemos preguntado, ¿no es así?» La Santa Madre dijo con un poco de tristeza, mirando un asiento vacío sin nadie. «Me gustaría escuchar la opinión del Sabio. Aunque no parezca gran cosa, ¡es el más informado de todos nosotros y un apasionado investigador! El cuarto Sabio podría saber algo.»
Uno de los cuatro asientos en la mesa redonda estaba actualmente vacío.
El Sabio, uno de los santos de la cuarta generación, se había desvanecido repentinamente sin razón aparente y sin decir una palabra.
En ese momento, el mundo se llenó de teorías de secuestro o asesinato, y el Gremio de Aventureros envió una buena cantidad de personal para buscar su paradero, pero al final, nunca lo encontraron.
No solo no lograron determinar si aún estaba vivo o no, sino que tampoco se les ocurrió una sola razón por la que hubiera desaparecido. Habían pasado diez años desde entonces.
La conversación de los santos se desvió del tema de las misiones ocultas.
«Tal vez deberíamos hacer algo con el asiento vacío del Sabio, después de todo», dijo el Guardián. «Incluso si no sabemos si está vivo o muerto, ¿debemos dejarlo desocupado para siempre? Quiero decir, el Sabio es en realidad quien ha trabajado en los registros del Libri durante generaciones…»
«No seas tan precipitado, Guardián», interrumpió la Santa Madre. «Terminar el linaje puro de los Cuatro Santos para elegir a alguien al azar equivaldría a darle el nombre del Sabio; ¡no tendría sentido! Además, no hay forma de que un personaje tan grandioso como él muera en una zanja sin dejar nada atrás», dijo enfáticamente.
Las cejas del Guardián se fruncieron. «Pero aun así, el hecho es que no ha habido ninguna noticia en absoluto. Míralo desde otro ángulo: ¿no es más improbable que alguien tan grande como el Sabio no nos haya dado ninguna señal en más de diez años?»
«¿Entonces estás diciendo que el Sabio está muerto?»
«Cálmate, Santa Madre.» El Maestro Espadachín reprendió a los dos. «Nuestro trabajo es tomar decisiones entre los Santos, y determinamos que la desaparición del Sabio se manejaría con un asiento vacío mientras esperamos su regreso. Además, ahora no es el momento de hablar de tales cosas.»
«…»
La Santa Madre bajó la cabeza con remordimiento. Gracias, Glen pensó, respirando aliviado. Como había insinuado el Maestro Espadachín, lo que realmente quería que supieran ahora eran los dioses oscuros.
El Maestro Espadachín debió haber notado el alivio de Glen, ya que le dirigió una mirada amable. «Bueno, no le des tantos problemas a mi estudiante, y ya está.»
Todo el conocimiento y la tecnología que poseían los Cuatro Santos, incluido el Libri, se transmitían exclusivamente a sus sucesores. Sin embargo, el linaje del Maestro Espadachín era un poco diferente. Transmitían activamente sus técnicas fuera del linaje, para que estas fueran útiles para la próxima generación.
En otras palabras, tomaban aprendices. Y no era ningún secreto que el cuarto Maestro Espadachín era el maestro de Glen.
«Maestro Espadachín, por favor, absténgase de insinuar relaciones personales en un entorno profesional. Seguramente se tomará como colusión…», señaló Glen tímidamente. Estaba prohibido decir los nombres de los Cuatro Santos en la sala de audiencias. Su presencia era simbólica, deificada en cierto modo, por lo que era de mala educación tratarlos como individuos.
Por supuesto, esta declaración de Glen también fue bastante arriesgada, pero el Maestro Espadachín no pareció molestarse en absoluto, ya que sonrió amablemente de acuerdo. «Oh, por supuesto. Perdóname… Pero ya es hora de que cambiemos estas costumbres obsoletas, como llamarnos unos a otros por nuestros títulos. Es tan sofocante.»
Aunque no dijeron nada en voz alta, la Santa Madre y el Guardián parecieron estar de acuerdo, ya que ambos asintieron con la cabeza.
«Bueno, eso es todo. Prohibiremos cualquier discusión adicional sobre el Sabio. Evitemos desviarnos y enfrentemos el tema que nos ocupa: la existencia de los dioses oscuros.» El Maestro Espadachín entrecerró los ojos, que brillaron intensamente, antes de continuar. «Si vamos a suponer lo peor basándonos en lo que dice el maestro del gremio… entonces es justo llamar a esto un peligro para todos los que viven en este continente. Estamos obligados a seguir el mismo camino que los antiguos. Esta vez, gracias al Ejecutor, se logró resolver las cosas sin incidentes, pero eso no fue más que una serie de felices coincidencias.»
«¿No deberíamos derrotarlos y ya?» La propuesta audaz y heroica del Guardián hizo que Glen frunciera el ceño. «El Ejecutor mató al dios oscuro Silha el solo, ¿no? Entonces parece que podría hacer lo mismo con las otras deidades dormidas… ¿Qué piensas, Maestro del Gremio?»
«No podría decir con certeza si ganaría. Escuché del propio Ejecutor esta vez; dijo que ni siquiera sabe por qué ganó.»
Alina de hecho le había dicho que ganó gracias al «poder del resentimiento por la interrupción de sus horas extra», pero por supuesto que no podía decir eso.
Mientras hacía mentalmente esa corrección, Glen recordó lo que le había dicho Alina. Aparentemente, ella y el dios oscuro Silha estuvieron completamente igualados en términos de poder al principio, pero Alina finalmente resulto ganadora. A pesar de eso, no descubrieron como se las arregló para derrotar al dios oscuro pese a haber estado igualados.
«… ¿Hmm?» Al escuchar la respuesta de Glen, el Guardián, que había estado tranquilo hasta entonces, levantó un poco las cejas y entrecerró los ojos. «¿Estás diciendo que… ganó con poderes más allá de su propia comprensión?»
«Eso es lo que quiero decir. El Ejecutor se enfrentó a un dios oscuro que tenía acceso a múltiples habilidades Dia y cuyo cuerpo podía repeler las habilidades Dia, pero ganó con una habilidad Dia del mismo nivel. No puedes llamar a eso nada menos que un milagro. Creo que es peligroso confiar en eso.»
«¿Quién es siquiera el Ejecutor?»
Y ahí estaba. Aunque Glen había estado esperando esta pregunta, tragó saliva de todos modos.
«¿Te has vuelto tan arrogante que ni siquiera se lo dirás a la Santa Madre, Maestro del Gremio?» La Santa Madre sonrió con suficiencia.
«…»
Glen estaba atrapado entre la espada y la pared en este momento, entre la autoridad absoluta de los Cuatro Santos y la violencia de la habilidad asesina ultra poderosa de Alina.
Si les decía quién era realmente el Ejecutor, Alina se enojaría con él. Seguro que se enfadaría, incluso si estuviera tratando con los Cuatro Santos. No, lo que realmente le asustaba no era recibir un castigo físico de Alina, sino perder su confianza, lo que extinguiría cualquier control que tuviera sobre ella.
Glen todavía la necesitaba para que trabajara para él.
«Tengo una promesa con el Ejecutor. Por supuesto, si es absolutamente necesario, haré lo que se tenga que hacer, pero mientras no lo sea, deseo respetar sus deseos.»
«¿Y cuáles son sus deseos?»
«Vivir una vida sin incidentes. Parece que anhela una vida libre de batallas.»
«¿En serio? Eso es muy diferente de lo que imaginaba… A veces escucho historias del Ejecutor, y dicen que está loco por la batalla», presionó Glen el Guardián, prácticamente interrumpiéndolo. Sus ojos estaban más agudos ahora; debía haber estado interesado en el tema del Ejecutor. «Escuché que aparece inesperadamente en mazmorras donde los aventureros han luchado solos para derrotar a jefes. Y cuando el Ejecutor apareció en Iffole hace un mes, derrotó a un jefe de incursión y nunca aceptó el pago. ¡Eso hace que suene como si solo estuviera interesado en la pelea…! ¿Y dices que quiere vivir en paz? Eso no tiene sentido.»
«Bueno… ah… él se pone así… si las condiciones son las correctas.»
«¿Las condiciones correctas? Ahh, ya veo. Mm-hmm, mm-hmm… je-je-je», murmuró el Guardián como si de alguna manera estuviera complacido, y luego, unos segundos después, debió ser golpeado por un intenso destello de perspicacia, ya que de repente abrió los ojos como platos.
«¡Entiendo lo que realmente busca el Ejecutor!» gritó de la nada, desmintiendo su imagen de niño bonito. Luego se inclinó hacia adelante con entusiasmo, resoplando de entusiasmo.
«¡Al tratar de proteger a alguien querido, la gente tomará la espada y tensará el arco! ¡El Ejecutor tiene que ser ese tipo de persona! ¡No necesitas ninguna razón para luchar cuando es por el bien de aquellos a quienes protegerías! ¡Pero si te aíslas en paz, entonces no puedes proteger a los que amas! ¡Qué pasión! ¡Oh, qué pasión!» El Guardián se entusiasmó cada vez más a medida que avanzaba, y al final de su monólogo, estaba recostado con los pies sobre la mesa, ambas manos en puños hacia el cielo.
««…»»
Todos los demás se congelaron ante la transformación completa del Guardián, pero él ni siquiera se dio cuenta. Durante doscientos años, las generaciones del linaje del Guardián habían valorado la pasión y la virtud al portar un escudo por sus aliados, y la mayoría de ellos habían sido hombres que se veían y actuaban con sangre caliente.
Sin embargo, por lo visto incluso este apuesto chico de aspecto gentil no podía luchar contra su sangre.
«¡Eso es básicamente lo que significa si no está luchando por dinero o agradecimiento! ¡El Ejecutor es un hombre entre hombres!» gritó el Guardián con los ojos llameantes.
Entonces, una voz vino del costado como un chorro de agua fría. «Cállate, Guardián. Te estás emocionando demasiado.»
«…»
El duro comentario de la joven Santa Madre sacó al Guardián de su ensimismamiento y lo derribó un poco. Cerró la boca y, abatido, volvió a sentarse como es debido.
«Mis disculpas. Dejé que la emoción me dominara.» El Guardián sacó la lengua con ternura con un je-je para cubrir su vergüenza.
Mientras Glen seguía sin palabras, la Santa Madre asintió con la cabeza.
«Pero el punto del Guardián es perspicaz. Mi madre a menudo me decía que cuando tus sentimientos por los demás son fuertes, incluso la magia curativa a veces puede provocar milagros más allá de tu poder. ¡Apuesto a que la fuerte voluntad del Ejecutor convocó un milagro que lo llevó a la victoria contra este dios desconocido! ¡Qué espléndido!»
Mientras los santos seguían lanzándose a los discursos, increíblemente conmovidos por el Ejecutor, todo lo que Glen pudo hacer fue responder evasivamente. «…………Ah, supongo…»
Lo que lo motivó a él, o, mejor dicho, a ella, fueron las horas extra.
El trabajo extra la convertía en una berserker. Eso era lo que la hacía tomar su martillo y salir a las mazmorras. En ese sentido, ese interruptor mental que activaba era mucho más concreto que los «sentimientos por los demás» difusos e indefinidos.
«Ahora nuestra discusión se está descarrilando nuevamente.» El Maestro Espadachín se aclaró la garganta con un ejem y los volvió a encarrilar.
«Si la existencia de los dioses oscuros que derrotaron a los antiguos saliera a la luz, provocaría disturbios innecesarios en Iffole… no, en todas las personas que viven en el continente. Un gran malestar seguramente se convertirá en disturbios. Debemos manejar esta información con cuidado. En ese punto, fue una excelente decisión ocultar su existencia.»
Mientras el Maestro Espadachín elogiaba la decisión de Glen, sus ojos brillaron con una luz aún más intensa antes de continuar. «Pero también es un hecho que el Gremio de Aventureros no debería manejar este asunto solo. Este conocimiento debe compartirse con todos los maestros de gremio: el Gremio de Corredores de Información, el Gremio de Herreros, de manera confidencial. Nuestra tecnología es inferior a la de los antiguos. Debemos unirnos, o nunca saldremos de esta situación.»
El Maestro Espadachín le dio a Glen una mirada fija. En sus ojos no estaba la majestad de un rey, era la mirada que uno le da a un discípulo amado que ha crecido de sus enseñanzas, ascendiendo a la posición de maestro del gremio.
«Cuento contigo para seguir adelante, Glen.»