Capítulo 5
«¡¿Pero qué… está pasando…?!»
La fuerte pregunta de Alina fue el único sonido en el silencioso Iffole Counter.
Las horas de recepción terminaron en un abrir y cerrar de ojos.
La oficina, iluminada por la luz carmesí del sol poniente, se encontraba en un estado deplorable.
Los formularios de misiones, que deberían haber estado colocados en los mostradores, estaban tirados por todo el lugar; las hojas de las plantas en sus macetas fueron arrancadas y esparcidas; los bancos habían sido empujados lejos de sus posiciones habituales; y las sillas más pequeñas acabaron volteadas.
«¿Qué diablos está pasando aquí…?»
Laila estaba en un estado similar de estupefacción, y una de sus trenzas se había soltado. Después de cerrar la puerta, Alina se desplomó como si su alma la hubiera abandonado y se derrumbó sobre el mostrador.
No recordaba mucho. Honestamente, ni siquiera estaba segura de haber almorzado o no. Sus instintos la hicieron trabajar por puro reflejo, ya que ni siquiera tuvo el tiempo para procesar lo que sucedía. No hace falta decir que la oleada implacable de aventureros le impidió procesar un solo formulario de misión. Lo mismo ocurría con las recepcionistas mayores. Estaban colapsadas en sus escritorios exhaustas y confundidas, mirando en estado de shock la montaña de formularios de misiones que tenían que revisar, que era más del doble de la altura habitual.
«¿El gremio implementó la bonificación antes de lo habitual…? No, nos habrían notificado con anticipación si estaban adelantando la ventana de recompensa extra, y lo más importante, los montos de recompensa no han cambiado… Tampoco se ha descubierto una nueva mazmorra, así que no es como si hubiera una que necesite ser limpiada… Aunque, para empezar, no me estaba centrando en las misiones que tomaba la gente…»
Alina permanecía acurrucada debajo del mostrador murmurando para sí misma, analizando la situación paso a paso.
Una oleada repentina de misiones generalmente indicaba dos cosas; que se habia descubierto una nueva mazmorra o que una estaba a punto de ser despejada. E incluso si no hubiera estado al tanto de esa información, se habría dado cuenta de que todos tomaban las mismas misiones durante su trabajo y así adivinaría fácilmente la causa, pero esta vez, estaba perdida por el aumento de solicitantes.
«Fue tan repentino… tampoco comprendo por qué…» Incluso Laila, a quien por lo general le encantaba chismear y ponerse al día con la situación gracias a uno u otro, no había identificado la causa esta vez. «Estaba tan ocupada que no tuve tiempo de charlar con los aventureros… Y, ¿no te sientes como si todos se vieran un poco frenéticos…? Fue como si todos tuvieran los ojos en llamas…»
«Cuando actúan así, significa que hay algún tipo de jugosa recompensa colgando frente a ellos. Los aventureros son criaturas simplonas.»
«No hay necesidad de ser tan desagradable al respecto, Alina.»
De alguna manera poniéndose de pie, Alina y Laila ordenaron los bancos volteados, las plantas en sus macetas y algunas cosas sueltas, luego ambas regresaron a sus escritorios. Alina no quería mirarlo directamente… pero el área de su escritorio presentaba una vista aún más brutal que el espacio para clientes.
Los documentos estaban tirados por aquí y por allá, y las bandejas sin procesar estaban a reventar de formularios, algunos de los cuales ya se estaban derrumbando y provocando avalanchas de papel. Ni siquiera les dejaron el tiempo de organizar las cosas.
«¿Caramba… cómo hay tantos…? ¿Es esto obra de un monstruo…?»
Laila murmuró en medio del silencio. Las recepcionistas se habían agotado simplemente para mantenerse al día con la avalancha de aventureros mientras la recepción seguía abierta, pero ahora tenían que completar todos estos documentos.
Al ver la brutal vista una vez más, Alina se quedó allí en silencio durante un rato. Después de un tiempo, frunció los labios secos y murmuró: «… Laila, voy a salir un rato.»
«¡¿Eh?!» Laila abrió los ojos con sorpresa ante la repentina declaración de Alina.
«¿¡Vas a dejar todo esto atrás y te vas?! Pero el Festival del Centenario… ¿qué hay de nuestro Festival del Centenario?!»
«Volveré, por supuesto. No vamos a dejar ningún trabajo pendiente para el festival… ¡de ninguna manera! Pero claramente hay algo mal aquí. ¡Esto va más allá de un apuro inesperado…! Tenemos que hacer algo, o este año…»
Seremos aplastadas una vez más por las horas extra durante el Festival del Centenario.
La perspectiva era tan desalentadora que Alina ni siquiera pudo terminar su frase. Pero esa posibilidad incomparablemente cruel se sintió muy real mientras las agobiaba.
«¡No podemos permitir que eso suceda…!»
Tenía que saber por qué tantos aventureros se apuntaban a las misiones. Y luego tenía que cortarlo de raíz lo antes posible.
Mostrando los dientes, Alina salió corriendo de la oficina.